miércoles, 19 de enero de 2011

LA PROMESA Y LA FAMILIA


Hace once años que vivimos en un nuevo siglo. Numerosas cosas han evolucionado con rapidez en estos últimos años. Pero otras han sido afectadas negativamente. Entre ellas observamos como la familia cada vez más vive en medios de conflictos difíciles de solucionar. Es común que un niño tenga una “familia disfuncional”, que las algunas mujeres  sean víctimas de la  “violencia de género”  o que niños y adolescentes sufran violencia física, sexual y emocional de parte de los adultos.  Es muy  lamentable cuando  algunos de estos problemas  sucedan dentro  de  las familias cristianas.

Pero, ¿Qué función tiene el Espíritu Santo en la familia?

La promesa del Espíritu Santo sigue vigente aún para todos.  El apóstol Pablo dice que aquellos que viven en el Espíritu naturalmente se producen en la vida el fruto del Espíritu.

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,   mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:22,23,25)

Las consecuencias  de esta influencia están en contraste con las obras de la carne.  El fruto del Espíritu es el resultado  de un poder diferente al humano.  Y cuando se manifiesta  en la vida de los creyentes afecta positivamente en las relaciones familiares.

Comparto algunos consejos de Elena de White:

“Debiéramos orar a Dios, mucho más de lo que lo hacemos.  Hay gran fortaleza y bendición al orar juntos en familia con nuestros hijos y para ellos.  Cuando mis hijos han cometidos errores y he hablado con ellos bondadosamente y luego he orado con ellos, nunca he encontrado la necesidad de castigarlos después.  Su corazón se conmovía de ternura delante del Espíritu Santo que venía en respuesta a la oración. (Conducción del Niño, p. 497)

Si los padres están dispuestos a luchar por la unidad en el hogar mediante la inculcación de los principios que rigieron la vida de Cristo, la disensión será desterrada y reinarán la unidad y el amor.  Los padres y los hijos participarán del don del Espíritu Santo. (Hogar Adventista, p. 157)

“La madre debe sentir la necesidad de la dirección del Espíritu Santo, sentir que ella misma debe experimentar verdadera sumisión a los caminos y a la voluntad de Dios.  Entonces por la gracia de Cristo, puede ser una maestra sabia, bondadosa y amante.” (El Hogar Cristiano, p. 185) 

“Cristo ha tomado toda medida necesaria para que cada padre y madre que quiera ser dirigido por el Espíritu Santo reciba fuerza y gracia para enseñar en el hogar.  Esta educación y disciplina en el hogar ejercerán una influencia modeladora”. (El Hogar Cristiano, p. 185)

“El símbolo más dulce del cielo es un hogar presidido por el espíritu del Señor.  Si se cumple la voluntad de Dios, los esposos se respetarán mutuamente y cultivarán el amor y la confianza.  (El Hogar Cristiano, p. 12)

Clamemos por el Espíritu Santo para que nuestra familia sea “un pedacito de cielo en la tierra”.

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